Ya era de noche y llovía.
Yo manejaba sin rumbo, alterada, indignada, ofuscada.
Afuera el cielo auguraba agua para rato, pero la peor
tormenta la llevaba dentro mío.
Hacía por lo menos 2 horas que de mis ojos no paraban de
caer lágrimas. Ya ni siquiera me molestaba en secarlas… estaba sola en el auto
y no necesitaba esconderme de nadie.
Mi pecho estaba tan oprimido que ni siquiera podía emitir el
grito desgarrador de furia, bronca y tristeza que luchaba por salir.
Yo sabía que necesitaba desahogarme, gritar, expulsar tanta
locura… pero al mismo tiempo me sentía vacía, desbordada y demasiado sola.
Desde hacía unas semanas mi vida era caótica. Todo salía mal,
enredado, complicado. Me sentía como puching ball, recibiendo golpes de todos
lados y sin nadie que se detuviera a pensar en mí, que se preocupara por mis
propios sentimientos… que me cuidara.
Me sentía desamparada y sin protección.
Sin tener idea cuanto tiempo hacía que vagaba por las
calles, decidí que era momento de regresar a casa. Pero de tan solo pensar en
la soledad que me aguardaba en mi frio departamento, comencé a llorar peor.
Si en ese momento me ofrecían desconectarme del universo,
creo que aceptaba sin pensarlo dos veces. Revisaba en mi cabeza todo lo que
estaba mal, y no encontraba por donde comenzar… qué hacer para que las cosas
mejoraran. Estaba realmente perdida, sin saber cómo seguir.
Por un lado estaba mi separación de Pedro. Una de las
decisiones más difíciles que habíamos tomado, después de una discusión durísima
en los que ambos actuamos impulsivamente. No es que estuviera mal separarnos…
de hecho seguía convencida de que era lo que necesitábamos… pero fue terrible
el modo que elegimos para hacerlo. Siempre odié estar peleada con mis seres
queridos… y no podía dejar de pensar en que la forma que se dieron las cosas
con Pedro había sido la peor opción. Me sentía culpable por haber perdido la
lucidez en ese momento y haber permitido que las cosas terminaran tan
dramáticamente. Nuestra historia no
merecía ese final de mierda que le habíamos dado. Además… el hecho de que no
pudiéramos estar juntos porque la pareja no funcionaba, no implicaba que
tuviéramos que odiarnos… y por cómo nos estábamos portando… no faltaba
demasiado para llegar a eso.
Desde que no estábamos más juntos, la prensa se encargaba de
ensuciar la cancha con supuestas relaciones y terceros entre nosotros que me
tenía agotada y crispada.
Yo intuía que Pedro debía sentir lo mismo, pero no habíamos
vuelto a hablarnos, y tampoco el panorama permitía pensar que eso volviera a
suceder.
Ambos habíamos dicho cosas muy duras y nos habíamos mostrado
muy decididos. Estúpida e impulsivamente nos encaprichamos en definir nuestra
relación en medio de un momento de tanta calentura en que lo único que debimos
haber hecho era guardar silencio y pensar bien cuál era el siguiente paso. Pero
tristemente nos ganó el orgullo, y arruinamos todo en 20 minutos.
Quizás el tiempo nos permitiría poner las cosas en
perspectiva y darnos cuenta del error que habíamos cometido. Al menos de mi
parte.
Lo extrañaba muchísimo. No sólo me daba cuenta de que Pedro
había sido un hombre muy importante en mi vida, sino que además caí en la
cuenta de que era quien realmente más me había cuidado mientras estuvimos
juntos… incluso desde antes de que empezara nuestra relación. No es fácil
encontrar alguien que te cuide, te proteja y te respete incondicionalmente como
lo había hecho… por eso era tan difícil aguantar la necesidad de salir
corriendo a escudarme en él.
Ni siquiera estaba pensando en nuestra relación… lo
extrañaba a él, a Pedro persona, a mi amigo, mi compañero y mi oreja… al que me
ponía los puntos y me tranquilizaba ordenando mis pensamientos. Pedro, el que
lograba contagiarme su calma, aun en las peores tormentas.
Pero era inútil pensarlo… el glaciar Perito Moreno era poco
frío si lo comparábamos con cómo estaban las cosas entre nosotros.
Pensé en ir a lo de mi padre… pero en realidad era uno de
los temas del conflicto que había desencadenado esta catarata de angustia y no
tenía ganas de explicarme ni de recibir más explicaciones. Los enredos
familiares de las últimas semanas habían desembocado en la guerra de los Roses
y estaba todo peor que mal entre mi mamá, mi papá y mis hermanos.
Yo me sentía tironeada de todos lados y había logrado
sostener a todos más o menos estables hasta hoy… que por una boludes, habíamos
explotado por el aire.
Desde que vivía sola, era verdad que pasaba menos tiempo en
familia. Pero no había sido premeditado… sino por falta de tiempo. Cada vez que
podía, ponía toda la energía en reunirme con mis hermanos tanto en lo de mi
padre como en lo de mi madre. Trataba siempre de mantener la balanza en
igualdad de condiciones para que nadie saliera ofendido.
Pero todo siempre dependía de mí, y los reclamos para vernos
eran odiosos… Acaso ninguno era capaz de mover el orto y organizar un encuentro
familiar si Paulita no lo proponía? Y lo más gracioso es que además de no
hacerlo, tenían el tupé de pasar reclamos y facturas.
Me afectaba ver como mi familia se desmembraba y nadie
parecía preocuparse más que yo. Mis hermanos estaban metidos cada uno en la
suya, y parecían no llevar registro de las idas y vueltas entre papá y mamá.
Todo el esfuerzo que habían hecho los últimos años
intentando mantener una cordialidad entre ellos, parecía haber llegado a su
fin, y desde hacía unos meses no tenían paz.
Desde que dejé la casa que compartía con mi madre y mis
hermanos, todo se desató. Delfi ya no soportaba los controles de mi vieja. Al
no estar yo para mediar entre ellas, su rebeldía adolescente chocaba
constantemente con las manías de mi madre por mantenerla bajo control y
moldearla a su forma.
Delfi es mi hermanita del alma, mi beba chiquita, mi mimada,
pero también es terriblemente caprichosa, rebelde, independiente y discutidora.
Si alguno de los tres había heredado la
determinación y la seguridad de mi padre para encarar la vida, esa era ella.
Por más que le pusieran límites, la pendeja se los lleva puestos. Y cuanto más
le intentaban imponer, peor resultaban las cosas.
Hacía unos meses que Delfi le había pedido a mi padre
mudarse a su casa. Y eso había detonado la guerra de los Roses.
Yo no sé si ella era consciente de lo que estaba sucediendo,
pero tampoco era responsable. Para algo están los adultos que deben ser lo que
velen por hacer las cosas bien, y cuidarnos para que suframos lo menos posible.
Bueno, algo evidentemente estaba fallando… porque los que se
supone que juegan el roll de adultos, se estaban comportando como dos nenes más
chicos que Delfi, tironeándose a los hijos como trofeos en cada una de sus
batallas.
Y yo realmente ya no daba más. Me lastimaba verlos así. Todavía
no me hacía a la idea de que la separación fuera definitiva, menos me hacía a
la idea de que ni siquiera pudieran mantener un diálogo. Cada vez que tenían
que comunicarse algo me llamaban a mí para que yo hiciera de mensajera.
“decile a tu padre que Delfina se lleva 2 materias porque en
su casa nadie la hace estudiar”
“decile a tu madre que Gonza tiene mi apoyo para irse a
vivir solo”
“decile a tu padre que se olvido de cambiar el debito automático
de la obra social y llego una carta de suspensión del servicio”
“convence a tu madre de que tiene que buscarse algo para
hacer o se va a enfermar, pasa demasiado tiempo al pedo”
Hay derecho de que todo pase por mí? Que tenga 25 años no
quiere decir que este lo suficientemente preparada para ver como se encargan de
destruir una relación que se supone que fue de amor.
Y si ese iba a ser el caso, yo no quería enterarme… no
quiero saber que las relaciones pueden convertirse en esto. Que el desamor
puede ser tan destructivo de poner en juego todo, inclusive los hijos.
Pero ellos no lo veían… nadie veía lo que me pasaba a mí. Ni
siquiera mis hermanos. Yo estaba para ellos cada vez que ellos me necesitaban…
lógico, soy la hermana mayor y ellos son mis pichones. Pero un poco podrían
darse cuenta de lo rota que estoy, no?
Quizás fuera mi culpa. Pedro siempre me lo decía. A mí me
costaba muchísimo pedir ayuda y manifestar lo que me pasa, y más si se trata de
ellos… a los que yo siempre sostuve. Por eso Pepe siempre me sorprendió. Porque
sin que yo le pidiera nada, se hizo cargo de mí, de contenerme, de acompañarme
sin pedir nada a cambio… y yo no estaba acostumbrada a mostrar mi lado
vulnerable. Pero con él era diferente. Con Pedro siempre pude ser yo misma.
Es verdad que Gonza me cuidaba, se preocupaba por mí… pero
él no estaba pendiente de mi sensibilidad sino de mis necesidades más
concretas. Con Gonza contaba siempre para hacerme favores, llevarme o traerme,
acompañarme cuando no quería estar sola, cuidarme a Moro… cuidarme el depto si
tenía que viajar… pero no sé si era por ser hombre o porque yo no lo dejaba,
pero pocas veces Gonza se daba cuenta de cuando yo estaba mal… excepto claro
que me largara a llorar enfrente suyo… y ahí el pobrecito quedaba paralizado y
no sabía qué hacer además de abrazarme.
Seguía siendo mi hermanito menor y evidentemente no estaba
preparado para invertir todavía ese roll… o quizás nuevamente fuera mi culpa, y
eran mambos míos no mostrar mi vulnerabilidad para no cargarlo a él.
La tenía a Delfi. Mi Pepona hermosa. Mi cómplice y mi
malcriada. Del era capaz de defenderme con uñas y dientes. Ella me cuidaba como
nadie cuando yo me enfermaba… estaba atenta a todos mis estados y me sacaba la
ficha automáticamente. Sabía cuando estaba contenta, feliz, harta o triste. No
se lo escapaba nada. Pero con ella había temas que aunque quisiera no podía
tocar… y el tema de mis viejos, particularmente era uno de los que yo elegía
excluirla. Ya lo estaba padeciendo yo y ella en su medida también.
Estaba en su peor momento de rebeldía y mantenía batallas
campales todos los días con alguien. A veces hasta discutía conmigo cuando
intentaba hacerla entrar en razón.
Esta mañana había sido uno de esos días, porque se negó a ir
a almorzar a lo de mamá, ya que anoche se había acostado tarde.
La pendeja todavía no entendía que hay cosas que se hacen
por el otro aunque uno no tenga ganas.
Apenas llegamos a lo de mamá a almorzar con Gonza, nos
preguntó por qué no había ido Delfi.
Ni siquiera se alegró de vernos, o al menos eso parecía…
toda la atención se concentró en lo que faltaba y no en lo que había.
Yo ya venía con los patos volados y admito que mi
sensibilidad estaba al extremo…
No pude caretearla y no hablamos en el resto del almuerzo.
Yo embolada porque ella no valoraba la presencia de Gonza y mía, y sólo
remarcaba lo sola que se sentía, lo desbandada que estaba Delfi y que nadie se
ocupaba de nada… tirándole de paso un poco de lodo a mi querido padre.
Gonza estaba ausente… había puesto piloto automático y no
dejaba ver con ningún gesto de su cara si estaba bien o mal. Sólo respondía con
frases hechas y trataba de tranquilizar a mamá con pequeñas dosis de humor y
cariño, que solo alteraban más a mi vieja que demostraba sentirse
incomprendida.
Y yo me sentía como un volcán a punto de hacer erupción.
Intenté que la visita fuera corta, para evitar desbordarme ahí… pero cuando
dije que me iba porque no me sentía bien, me dio un eterno discurso, de que si
no me sentía bien ni siquiera debía haber ido.
Ale: _la verdad que para estar así es mejor que ni vengas a
visitarme. No abriste la boca desde que entraste. – me recriminó en tono
cortante y elevando la voz.
Y creo que ni ella se dio cuenta lo que acababa de detonar…
Estallé.
Primero en llanto y después en cólera.
Vomité todo lo que tenía atragantado. Y cuando digo vomité
lo digo también literalmente, porque en medio de la discusión tuve que salir
corriendo al baño a lanzar lo poco que había almorzado ya que me había caído
como una patada.
No paraba de llorar y de gritar lo harta que estaba de
todos. Gonzalo había quedado atónito y no sabía si abrazarme a mí para lograr
tranquilizarme o contener a mi vieja que estaba sentada en la silla con la
cabeza gacha escuchando a los gritos todo lo que tenía para decirle.
Me descargué con ellos pero en realidad iba para todos. Yo
estaba realmente desbordada y ellos ni siquiera se habían percatado.
Terminé diciéndole a mi madre cosas que no hubiera querido
decirle, aunque fueran verdad. Siempre había intentado encontrar los mejores
momentos o modos para expresar mis ideas, y esta vez lo había soltado todo de
la peor manera.
También le puse los puntos a Gonzalo, por colgado, por
ausente, por no hacerse cargo él también de los viejos y por descansar siempre
en que Paulita se la banca o Paulita se los fuma…
Paulita estaba harta y ya no tenía resto.
A Delfi ya la había agarrado a la mañana, y nos habíamos
matado por teléfono temprano, lo que seguramente había hecho que yo llegara a
ese almuerzo con un humor de perros y muy pocas pulgas.
Y a mi viejo tenía mucho para decirle, pero era suficiente
por un día… él también iba a tener que escucharme.
Mientras manejaba sin rumbo, llorando como una demente, el
celular no había parado de indicarme llamadas perdidas.
No quería hablar con nadie, ni ver a nadie.
Solo quería frenar el mundo y bajarme por un rato.
La tormenta se estaba haciendo más fuerte, el parabrisas se
empañaba constantemente y entre que no veía nada de tanto llorar y lo
imprudente que era seguir manejando así, decidí que aunque mi casa fuera el
último lugar a donde quisiera estar… era momento de regresar.
Desde el asiento del acompañante Moro me miraba atentamente.
Cada tanto me tiraba la patita llamando mi atención como para demostrarme que
él estaba ahí conmigo, y que me hacía el aguante.
Al menos él se mostraba preocupado en hacerme sentir mejor
demostrándome como podía su afecto y lealtad.
Llegué a casa en el peor de los estados y al meter el auto marcha
atrás en esa cochera de mierda que me había tocado, choqué sin querer la
camioneta de un vecino, haciéndole un bollo.
Algo más podía pasarme? Entré al edificio intentando
serenarme y al subir al ascensor apreté el piso de mi vecino para ir a
explicarle lo que había pasado y a dejarle mis datos del seguro… prefería que
se enterara por mí, y no que pensara que me estaba haciendo la boluda.
Deformada como estaba de tanto llorar, al verme al espejo
del ascensor, me di cuenta que estaba impresentable. Me calce unos anteojos e
intenté fingir un resfrío para que mi vecino no se diera cuenta del lamentable
estado emocional en el que me encontraba. Ya me imaginaba los titulares de algún portal diciendo “Paulita Chaves
desbordada en llanto por un simple choque al estacionar su camioneta”, no me extrañaba… se venían diciendo tantas
pavadas últimamente de mí, que todo era posible.
Le golpee la puerta, me excusé por mi estado diciendo que
estaba con conjuntivitis y gripe… le expliqué lo sucedido, le di los datos de
mi seguro y lo tranquilicé mostrándole que no era nada grave con una foto que
había sacado previsoramente con la cámara de mi BB. Mi vecino no pareció
preocuparse demasiado… por suerte una me salía más o menos bien ese día… me
dijo que me quedara tranquila, y que cuando parara de llover saldría a ver que
era. Pero que por lo que se veía en la foto realmente no era grave, no había
mucho más por lo que preocuparse.
Me despedí agradeciéndole su comprensión… hasta me daba
ganas de abrazarlo! Era la primera persona que se mostraba amable y tenía un
buen gesto para conmigo en ese día tan para el olvido.
Llegué a mi casa y terminé de explotar al cerrar la puerta.
El departamento estaba frío, silencioso y oscuro.
Sentía el alma desgarrada y me enojaba conmigo misma por
haber llegado a ese estado.
La soledad me pesaba como nunca. No quería ver a nadie y al
mismo tiempo no aguantaba sentir que nadie se preocuparía en consolarme.
Ni siquiera me molesté en prender una luz…
Así como llegué, me recosté sobre la pared de entrada,
sentándome en el piso hecha un ovillo.
Ahora podía llorar y soltar toda mí congoja a los gritos si
quería… pero estaba tan oprimida que mis gritos eran mudos…
Abracé mis rodillas, Moro se hizo un ovillo al lado mío y
así me quede por un rato. Largando todo el veneno que me estaba comiendo por
dentro.
La tormenta iluminaba a cada rato el departamento y dibujaba
unas sombras espantosas que hasta Moro se asustaba al verlas.
De golpe mi celular empezó a sonar con una melodía que hacía
días no escuchaba.
Para mi sorpresa el ring tone me anunciaba que era Pedro
quien me llamaba y el corazón empezó a latirme a mil revoluciones por minuto.
No quería atender ni hablar con nadie, pero dentro del
nadie, jamás había contemplado la posibilidad de que fuera Pedro. A él si lo
necesitaba. Él era el único capaz de sacarme de ese pozo.
Pau: _Hola – y mi voz sucia y temblorosa no podía esconder
el calamitoso estado en el que estaba.
PP: _Paula estas bien? – preguntó sabiendo de antemano cuál
era la respuesta.
Me bastó simplemente escucharlo preocupado por mí para
volver a romper en llanto.
PP: _Pau estas llorando? – me preguntó angustiado pero al
mismo tiempo con esa calma que lo caracteriza.
No podía responderle… en realidad no podía hablar. Tenía un
nudo en la garganta y aunque quise emitir sonido sólo salió más llanto.
PP: _No me preguntes por qué pero algo me decía que me
necesitabas, que no estabas bien…
Hizo silencio para que yo dijera algo, pero yo seguía muda,
no podía hacer nada más que llorar.
PP: _Estaba por irme a dormir cuando otra vez volví a sentir
que estabas mal. Hace días que lo vengo sintiendo, sólo que hoy no aguanté más
el impulso de llamarte.
Escucharlo decir eso, automáticamente me puso la piel de gallina y aflojó todo en mi cuerpo. Sentir
que a pesar de la distancia que había entre nosotros, estábamos tan conectados,
me hizo comenzar a temblar.
PP: _ Querés que vaya para allá?
Pau: _si – y fue lo único que pude decirle porque volví a
ahogarme en llanto.
PP: _Ya salgo. Quedate tranquila que llevo mi llave, todavía
la tengo acá. En diez minutos estoy ahí. Por favor no llores más. – y lo dijo casi en tono de súplica.
Corté la llamada e intenté serenarme. Empecé a respirar
concentradamente para normalizar mis pulsaciones y recuperar un poco al menos
mi estado. Deje de llorar a pesar de la angustia que aún sentía que oprimía mi
pecho, pero la tranquilidad que me daba saber que Pedro venía a acompañarme y
contenerme, ya me permitía confiar en que todo iba a estar bien.
No tardó nada en llegar… al menos no me dio tiempo a
movilizarme de donde estaba para arreglarme un poco… y la verdad es que ni
ganas sentía de hacerlo. Enseguida sentí su llave en la puerta y vi que abría y
pasaba…
Pedro me buscó en la oscuridad, y fue Moro quien terminó de
señalarle el camino.
Se agachó a mi altura y no dijo nada. Sólo me miró a los
ojos, tomó asiento a mi lado, y al sentir que otra vez volvía el llanto me
agarró con decisión, llevándome hacia su pecho para recostarme en él como si
fuera una nena, buscando refugio.
No sé cómo él sabía exactamente lo que yo necesitaba pero
intuitivamente estaba actuando como medicina para mi alma lastimada.
Me acunaba meciéndome como a un bebé mientras acariciaba mi
pelo con una mano y con la otra me sujetaba con firmeza hacia su pecho, para
que yo sintiera su abrazo y su contención.
Cuando vio que mi respiración se normalizaba y ya no
lloraba, secó mi cara con caricias y comenzó a cantarme entre susurros una
canción de cuna que yo jamás había oído y que me pareció de infinita dulzura.
Ya más tranquila, por fin sentía que mi pecho se abría
nuevamente para dejar entrar el aire y logre separar mis brazos para poder
abrazarlo rodeando su cintura y quedarme exactamente ahí, con mi oído pegado a
su pecho… sintiendo su corazón. Pedro siguió meciéndome y entre su canto y el
ritmo de su corazón sentí que me iba quedando dormida en medio de un mantra
sagrado y sanador.
No sé cuánto tiempo habría pasado, pero de golpe sentí que
alguien intentaba levantarme. Me desperté asustada y me aferré más a él. No
entendía nada, me encontraba confundida. Lo único que sabía era que estaba
abrazada a Pedro porque sentía su olor y la paz que me daba saberme en sus
brazos.
PP: _Shhhh, tranquila – me dijo - sólo quiero acostarte. No
podés dormir acá toda incómoda. Te va a hacer mal.
Pau: _No te vayas – supliqué.
PP: _No pienso irme a ningún lado. Sólo quiero que estés más
cómoda. Vení, vamos a acostarte.
Nos paramos y con el brazo de Pedro rodeándome por los hombros
y yo aferrada a su cintura caminamos hasta mi habitación.
PP: _estás más tranquila? – yo asentí – querés contarme que
pasó? – y negué, todavía no estaba preparada para volver a abrir esa puerta que
sabía volvería a desatar mi angustia – Comiste algo? – no respondí porque sabía
que si decía que no, él iba a insistirme y si comía algo otra vez iba a caerme
mal.
PP: _Pau no podés estar sin comer – dijo en tono de padre –
te preparo algo?
Pau: _no puedo comer nada, me va a caer mal. Ya me pasó hoy,
de verdad… es mejor que no coma. – y él entendió que era mejor no insistir con
esto.
PP: _bueno cambiate, dale… ponete más cómoda. – notando que aún traía mi campera puesta y
las botas - Yo voy a buscar algo para
tomar. – y salió de la habitación.
Al verlo salir comencé a cambiarme mientras repasaba
mentalmente todo lo que había pasado en el día, las cosas que había dicho, el
estado en el que me encontraba, lo desesperadamente sola que me sentía y el
rescate emocional de Pedro… otra vez me angustié… pero ya no por lo que había
pasado, sino por cargarlo a él con mis mambos familiares…
Pero al mismo tiempo era imposible para mí prescindir de él,
ya que con solo un abrazo, había contenido el tsunami emocional al que había
llegado por no poder expresarme a tiempo y poner límites a quien debía.
Pedro me preguntó desde la cocina si quería que le diera de
comer a Moro, y luego de decirle que sí, sonreí… al final cuando estábamos
juntos esos detalles siempre se lo olvidaban, y yo odiaba que él no colaborara,
y ahora que me encontraba sobrepasada, sorprendentemente nada se le escapaba.
Pedro tenía la habilidad de cubrir los frentes justo cuando
se necesitaba. Y esa era una de sus virtudes. Quizás era verdad que no siempre
estaba atento a todo, pero cuando realmente se lo necesitaba, daba el 100% y
más.
Últimamente nos habíamos visto muy poco y eso nos había
jugado en contra. Antes de separarnos, nuestros respectivos trabajos nos tenían
ocupados y distanciados. Su trabajo de productor en la isla, se había llevado
puesta nuestra relación… no por nada que haya hecho él, sino por obligarnos a
sostener tanta ausencia.
Pedro y yo funcionábamos bien cuando estábamos juntos,
complementándonos, compartiendo, acompañándonos. Nos necesitábamos todo el
tiempo. Y esa necesidad de tenernos a veces se confundía con dependencia.
Nos habíamos vuelto dependientes del otro para estar bien, y
cuando no podíamos compartir tiempo juntos, empezaban los reclamos, las pasadas
de factura, los juegos de inseguridad… y eso no estaba bueno. Para ninguno de
los dos. Al final cada vez que nos
veíamos terminábamos discutiendo por intentar aclarar malos entendidos o falta
de comunicación.
Y las explicaciones terminan desgastando a cualquier pareja.
Pedro volvió a entrar a la habitación con un vaso en la mano
y yo lo recibí con una media sonrisa…
Pau: _Gracias por venir.
PP: _no tenés que agradecerme nada, si no venía no iba a
poder dormir tranquilo – dijo sincero – tomá un poco, debes estar deshidratada
de todo lo que largaste – dijo en tono un poco mas chistoso, mientras me
extendía el vaso.
Tomé un poco de agua y me di cuenta que realmente tenía sed.
Dejé el vaso y me acerque a Pedro, para dejarle un beso en su mejilla.
Pau: _Gracias de verdad. No tenés necesidad de bancarte toda
mi locura, y sin embargo estás acá, cuidándome.
PP: _siempre te voy a cuidar, te lo dije antes y hoy te lo
repito… no importa lo que pase entre nosotros… yo siempre voy a estar para vos.
Y yo sabía que estaba siendo sincero. Pedro siempre estaba
para mí.
Nos miramos a los ojos profundamente y nos acercamos para
darnos ese abrazo que los dos estábamos necesitando. Recosté mi cabeza sobre su
hombro y nos quedamos así un ratito.
Pedro volvió a hacerme esas caricias sobre mi pelo que tanto
me sedaban… y de golpe necesité alejarme porque sabía que si no, no iba a poder
hacerlo más.
PP: _que pasa Pau? Por qué no me contas que te puso así, y de
paso terminas de desahogarte… Podés confiar en mí.
Y si no era en él no era en nadie. Hice una mueca de
disconformidad porque no tenía ganas de ponerme mal de vuelta, pero al mismo
tiempo sabía que él necesitaba una explicación y que tenía razón… yo necesitaba
terminar de sacarlo, verbalizarlo para poder descargarme.
Me senté en la cama y lo invité a él a hacer lo mismo. Ambos
adoptamos la misma postura que solíamos utilizar para conversar antes de
dormir, recostados sobre el respaldo, pero mirándonos de costado, mitad
sentados, mitad acostados. Con nuestras caras bien cerca, para hablarnos en voz
baja, creando nuestra burbuja… nuestro espacio propio.
Comencé desde el principio. Por momentos Pedro me
interrumpía y me recriminaba que eso había ocurrido mientras estábamos juntos,
sin entender por qué no se lo había contado en su momento, y compartido con él…
fui entendiendo mientras hablábamos, que yo había guardado demasiado y que eso
de estar juntos, pero sin poder compartir me había afectado también en este
tipo de cosas… cuando finalmente nos encontrábamos yo no tenía ganas o no
encontraba el espacio para descargar en él las cosas que me estaban angustiando,
no quería malgastar nuestros cortos momentos de encuentro, con cuestiones
familiares…
Pedro me hizo notar que quizás fuera esto parte de lo que me
tenía tan distante en las últimas semanas.
PP: _estabas siempre a la defensiva y yo no sabía que te
pasaba. Siempre a punto de estallar, quizás si me hubieras contado que todo
esto te estaba pasando… yo podría haber intentado acompañarte más, contenerte.
No me imagine que te sentías tan sola. Pensé que sólo me recriminabas la falta
de tiempo juntos, como pareja, pero no sabía que me necesitabas.
Pau: _Yo tampoco me di cuenta hasta hoy que todo esto me
había desbordado. Ahora me caen las fichas de que gran parte de mi enojo tenía
que ver con esto, esta distancia que yo sentía que iba mucho más allá de la
distancia real o de las pocas veces que nos veíamos… Yo sentía que a pesar de
estar juntos vos no estabas para mí, pero nunca te lo pude expresar, en
realidad creo que recién hoy me di cuenta de esto.
Pedro me miró y beso mi frente largando un suspiro.
PP: _perdoname chuequita. Te descuidé. Te dejé sola y vos me
necesitabas. No supe interpretar que tus reclamos venían por este lado… no era
solo tiempo para compartir lo que nos faltaba, sino también estar más atentos,
mas conectados, ver las señales. Y no
las supe ver.
Pau: _yo tampoco las supe dar. Estaba enojada y no sabía muy
bien por donde venía el enojo. Sólo sentía que todo estaba mal, nada salía como
yo esperaba o quería y me fui cerrando y poniendo a la defensiva.
PP: _soy un tarado, te prometí cuidarte siempre y me
distraje con boludeses. Me quedé con tus enojos sin pensar en qué los estaban
provocando. Quizás si hubiera estado más atento, no estaríamos así separados…
Pau: _no te eches vos la culpa porque fuimos responsables
los dos. Además siempre todo sucede por algo. Quizás necesitábamos aprender una
lección.
PP: _no me banco verte mal. Si vos estas mal yo me desespero…
y las ultimas veces me sentía siempre responsable, culpable por no saber cómo
hacerte feliz, qué hacer para contentarte. Estaba frustrado de tanta
impotencia.
Pau: _quizás me descargué con vos. Perdoname a mí por
hacerte sentir eso. No eras vos el que tenía que hacer que yo estuviera mejor…
era yo la que tenía que solucionar mis mambos.
PP: _Si pero yo podría haberte acompañado, contenido en vez
de pelearnos todo el tiempo.
Pau: _Bueno ya está. Los dos nos equivocamos y creo que algo
aprendimos, valoremos eso.
Dije dando por terminado el tema. Ya me había descargado y
no quería darle más vueltas.
PP: _me dejás que te abrace para dormir? No quiero dejarte
sola esta noche y necesito sentir que compenso en parte, lo sola que te dejé
todo este tiempo.
Y a decir verdad, nada necesitaba más que su abrazo, así que
con una media sonrisa asentí, mientras él me acurrucaba sobre su pecho y dejaba
un beso dulce sobre mi cabeza.
PP: _dormí hermosa, yo te cuido los sueños.
Lo abracé más fuerte en señal de agradecimiento y besé su
pecho. Ya me sentía en paz.
No me costó demasiado dormirme porque se ve que tanto
desmadre emocional me había dejado agotada.
Descanse profundamente. Hasta llegué a soñar con algo que no podía
recordar pero que me daba sensación de paz.
No sé cuánto tiempo llevaba durmiendo cuando fui despertando
de a poco. Todavía era de noche… seguramente de madrugada. No habíamos cerrado las cortinas y no había
nada de claridad. La tormenta por fin se había detenido y la noche estaba
oscura.
Yo seguía recostada sobre el pecho de Pedro, abrazándolo y
me di cuenta de que él estaba despierto por su forma de respirar… pausada, rítmica,
pero no profunda ni pesada. Me acariciaba desde la cabeza bajando su mano por
mi pelo, mi espalda hasta mi cintura muy lentamente. Eran caricias cargadas de
amor, de ternura.
Me quedé inmóvil disfrutando de esa sensación de paz, de
protección y de resguardo que me daba estar en sus brazos.
Supongo que algo hice porque pareció darse cuenta que yo ya
no dormía y con su mano libre, comenzó a recorrer el brazo con el que yo lo
abrazaba.
Sentir ese contacto, cargado de intención me puso la piel de
gallina, y despertó a las mil mariposas que habitaban dormidas en mi panza.
Empezó a dejarme dulces besos en mi cabeza sin dejar de
acariciarme con sus manos y recorrer todo lo que tenía a mano en mi cuerpo.
Dulcemente. Lentamente.
Acaricié con mi mano su pecho en señal de agradecimiento y
correspondiendo a los mimos que estaba recibiendo.
Saberme despierta y consciente pareció habilitarlo a ir por
más.
Sus caricias se hicieron más intensas y nuestros corazones
aceleraron su ritmo. Estábamos tan pegados que yo podía sentir el suyo y él el mío,
por lo que no hacía falta hablar nada, todo estaba dicho.
Pedro me levantó con una mano la cara y comenzó a dejar
pequeños besos húmedos por todo mi rostro, despertando del todo mí deseo.
Necesitaba sentir sus labios otra vez sobre los míos, necesitaba sentirlo mío,
pero por sobre todo, sentirme suya.
Cuando ya no daba más y estaba a punto de besarlo yo, Pedro con
una maniobra nos dio vuelta, quedando yo debajo suyo y el sobre mí. Pegó su frente
a la mía y me miró profundamente a los ojos, asegurándose de que yo estaba tan
dispuesta como él a seguir con lo que venía. Al ver mi mirada encendida, se
hundió en mi cuello para llenarlo de besos.
Su contacto, sus caricias, sus besos, su respiración… me
estaban llevando a un estado de éxtasis que hacía rato no disfrutaba.
El deseo de besarlo me estaba encegueciendo y desatando toda
mí lujuria. Pedro retrasaba ese momento, entretenido en mi cuello y en mi pecho.
En un momento fue imperioso deshacernos de nuestras remeras y ambos nos
incorporamos a medias para lograrlo quedando enfrentados y a pocos centímetros uno
de otro.
Lo tomé por la nuca para asegurarme de tener el control y él
sonrió. Me hundí en su boca y él
correspondió a la perfección. Nos besamos apasionadamente, con sed del otro.
Necesitábamos demostrarnos con hechos lo mucho que nos extrañábamos
y ya no había necesidad de frenar ningún impulso.
Hicimos el amor salvajemente, llenos de deseo y ansiosos por
saciar ese apetito contenido.
Mañana quizás, hablaríamos de nosotros… hoy estaba claro,
que las palabras sobraban.
Episodio a pedido de mi querida Little Princess @MayBarrientos... espero haber cumplido vuestras expectativas! :)