domingo, 27 de enero de 2013

Conectados




 
Ya era de noche y llovía. 

Yo manejaba sin rumbo, alterada, indignada, ofuscada.

Afuera el cielo auguraba agua para rato, pero la peor tormenta la llevaba dentro mío.

Hacía por lo menos 2 horas que de mis ojos no paraban de caer lágrimas. Ya ni siquiera me molestaba en secarlas… estaba sola en el auto y no necesitaba esconderme de nadie.

Mi pecho estaba tan oprimido que ni siquiera podía emitir el grito desgarrador de furia, bronca y tristeza que luchaba por salir.

Yo sabía que necesitaba desahogarme, gritar, expulsar tanta locura… pero al mismo tiempo me sentía vacía, desbordada y demasiado sola.

Desde hacía unas semanas mi vida era caótica. Todo salía mal, enredado, complicado. Me sentía como puching ball, recibiendo golpes de todos lados y sin nadie que se detuviera a pensar en mí, que se preocupara por mis propios sentimientos… que me cuidara. 
 
Me sentía desamparada y sin protección.

Sin tener idea cuanto tiempo hacía que vagaba por las calles, decidí que era momento de regresar a casa. Pero de tan solo pensar en la soledad que me aguardaba en mi frio departamento, comencé a llorar peor.

Si en ese momento me ofrecían desconectarme del universo, creo que aceptaba sin pensarlo dos veces. Revisaba en mi cabeza todo lo que estaba mal, y no encontraba por donde comenzar… qué hacer para que las cosas mejoraran. Estaba realmente perdida, sin saber cómo seguir.

Por un lado estaba mi separación de Pedro. Una de las decisiones más difíciles que habíamos tomado, después de una discusión durísima en los que ambos actuamos impulsivamente. No es que estuviera mal separarnos… de hecho seguía convencida de que era lo que necesitábamos… pero fue terrible el modo que elegimos para hacerlo. Siempre odié estar peleada con mis seres queridos… y no podía dejar de pensar en que la forma que se dieron las cosas con Pedro había sido la peor opción. Me sentía culpable por haber perdido la lucidez en ese momento y haber permitido que las cosas terminaran tan dramáticamente.  Nuestra historia no merecía ese final de mierda que le habíamos dado. Además… el hecho de que no pudiéramos estar juntos porque la pareja no funcionaba, no implicaba que tuviéramos que odiarnos… y por cómo nos estábamos portando… no faltaba demasiado para llegar a eso.

Desde que no estábamos más juntos, la prensa se encargaba de ensuciar la cancha con supuestas relaciones y terceros entre nosotros que me tenía agotada y crispada.

Yo intuía que Pedro debía sentir lo mismo, pero no habíamos vuelto a hablarnos, y tampoco el panorama permitía pensar que eso volviera a suceder.

Ambos habíamos dicho cosas muy duras y nos habíamos mostrado muy decididos. Estúpida e impulsivamente nos encaprichamos en definir nuestra relación en medio de un momento de tanta calentura en que lo único que debimos haber hecho era guardar silencio y pensar bien cuál era el siguiente paso. Pero tristemente nos ganó el orgullo, y arruinamos todo en 20 minutos.

Quizás el tiempo nos permitiría poner las cosas en perspectiva y darnos cuenta del error que habíamos cometido. Al menos de mi parte. 

Lo extrañaba muchísimo. No sólo me daba cuenta de que Pedro había sido un hombre muy importante en mi vida, sino que además caí en la cuenta de que era quien realmente más me había cuidado mientras estuvimos juntos… incluso desde antes de que empezara nuestra relación. No es fácil encontrar alguien que te cuide, te proteja y te respete incondicionalmente como lo había hecho… por eso era tan difícil aguantar la necesidad de salir corriendo a escudarme en él.

Ni siquiera estaba pensando en nuestra relación… lo extrañaba a él, a Pedro persona, a mi amigo, mi compañero y mi oreja… al que me ponía los puntos y me tranquilizaba  ordenando mis pensamientos. Pedro, el que lograba contagiarme su calma, aun en las peores tormentas.

Pero era inútil pensarlo… el glaciar Perito Moreno era poco frío si lo comparábamos con cómo estaban las cosas entre nosotros.

Pensé en ir a lo de mi padre… pero en realidad era uno de los temas del conflicto que había desencadenado esta catarata de angustia y no tenía ganas de explicarme ni de recibir más explicaciones. Los enredos familiares de las últimas semanas habían desembocado en la guerra de los Roses y estaba todo peor que mal entre mi mamá, mi papá y mis hermanos.

Yo me sentía tironeada de todos lados y había logrado sostener a todos más o menos estables hasta hoy… que por una boludes, habíamos explotado por el aire.

Desde que vivía sola, era verdad que pasaba menos tiempo en familia. Pero no había sido premeditado… sino por falta de tiempo. Cada vez que podía, ponía toda la energía en reunirme con mis hermanos tanto en lo de mi padre como en lo de mi madre. Trataba siempre de mantener la balanza en igualdad de condiciones para que nadie saliera ofendido.

Pero todo siempre dependía de mí, y los reclamos para vernos eran odiosos… Acaso ninguno era capaz de mover el orto y organizar un encuentro familiar si Paulita no lo proponía? Y lo más gracioso es que además de no hacerlo, tenían el tupé de pasar reclamos y facturas.

Me afectaba ver como mi familia se desmembraba y nadie parecía preocuparse más que yo. Mis hermanos estaban metidos cada uno en la suya, y parecían no llevar registro de las idas y vueltas entre papá y mamá.
Todo el esfuerzo que habían hecho los últimos años intentando mantener una cordialidad entre ellos, parecía haber llegado a su fin, y desde hacía unos meses no tenían paz. 

Desde que dejé la casa que compartía con mi madre y mis hermanos, todo se desató. Delfi ya no soportaba los controles de mi vieja. Al no estar yo para mediar entre ellas, su rebeldía adolescente chocaba constantemente con las manías de mi madre por mantenerla bajo control y moldearla a su forma.

Delfi es mi hermanita del alma, mi beba chiquita, mi mimada, pero también es terriblemente caprichosa, rebelde, independiente y discutidora. Si alguno de los tres había  heredado la determinación y la seguridad de mi padre para encarar la vida, esa era ella. Por más que le pusieran límites, la pendeja se los lleva puestos. Y cuanto más le intentaban imponer, peor resultaban las cosas. 

Hacía unos meses que Delfi le había pedido a mi padre mudarse a su casa. Y eso había detonado la guerra de los Roses. 

Yo no sé si ella era consciente de lo que estaba sucediendo, pero tampoco era responsable. Para algo están los adultos que deben ser lo que velen por hacer las cosas bien, y cuidarnos para que suframos lo menos posible. 

Bueno, algo evidentemente estaba fallando… porque los que se supone que juegan el roll de adultos, se estaban comportando como dos nenes más chicos que Delfi, tironeándose a los hijos como trofeos en cada una de sus batallas.

Y yo realmente ya no daba más. Me lastimaba verlos así. Todavía no me hacía a la idea de que la separación fuera definitiva, menos me hacía a la idea de que ni siquiera pudieran mantener un diálogo. Cada vez que tenían que comunicarse algo me llamaban a mí para que yo hiciera de mensajera. 

“decile a tu padre que Delfina se lleva 2 materias porque en su casa nadie la hace estudiar”

“decile a tu madre que Gonza tiene mi apoyo para irse a vivir solo”

“decile a tu padre que se olvido de cambiar el debito automático de la obra social y llego una carta de suspensión del servicio”

“convence a tu madre de que tiene que buscarse algo para hacer o se va a enfermar, pasa demasiado tiempo al pedo”

Hay derecho de que todo pase por mí? Que tenga 25 años no quiere decir que este lo suficientemente preparada para ver como se encargan de destruir una relación que se supone que fue de amor.

Y si ese iba a ser el caso, yo no quería enterarme… no quiero saber que las relaciones pueden convertirse en esto. Que el desamor puede ser tan destructivo de poner en juego todo, inclusive los hijos.

Pero ellos no lo veían… nadie veía lo que me pasaba a mí. Ni siquiera mis hermanos. Yo estaba para ellos cada vez que ellos me necesitaban… lógico, soy la hermana mayor y ellos son mis pichones. Pero un poco podrían darse cuenta de lo rota que estoy, no?

Quizás fuera mi culpa. Pedro siempre me lo decía. A mí me costaba muchísimo pedir ayuda y manifestar lo que me pasa, y más si se trata de ellos… a los que yo siempre sostuve. Por eso Pepe siempre me sorprendió. Porque sin que yo le pidiera nada, se hizo cargo de mí, de contenerme, de acompañarme sin pedir nada a cambio… y yo no estaba acostumbrada a mostrar mi lado vulnerable. Pero con él era diferente. Con Pedro siempre pude ser yo misma.

Es verdad que Gonza me cuidaba, se preocupaba por mí… pero él no estaba pendiente de mi sensibilidad sino de mis necesidades más concretas. Con Gonza contaba siempre para hacerme favores, llevarme o traerme, acompañarme cuando no quería estar sola, cuidarme a Moro… cuidarme el depto si tenía que viajar… pero no sé si era por ser hombre o porque yo no lo dejaba, pero pocas veces Gonza se daba cuenta de cuando yo estaba mal… excepto claro que me largara a llorar enfrente suyo… y ahí el pobrecito quedaba paralizado y no sabía qué hacer además de abrazarme.

Seguía siendo mi hermanito menor y evidentemente no estaba preparado para invertir todavía ese roll… o quizás nuevamente fuera mi culpa, y eran mambos míos no mostrar mi vulnerabilidad para no cargarlo a él.
La tenía a Delfi. Mi Pepona hermosa. Mi cómplice y mi malcriada. Del era capaz de defenderme con uñas y dientes. Ella me cuidaba como nadie cuando yo me enfermaba… estaba atenta a todos mis estados y me sacaba la ficha automáticamente. Sabía cuando estaba contenta, feliz, harta o triste. No se lo escapaba nada. Pero con ella había temas que aunque quisiera no podía tocar… y el tema de mis viejos, particularmente era uno de los que yo elegía excluirla. Ya lo estaba padeciendo yo y ella en su medida también.

Estaba en su peor momento de rebeldía y mantenía batallas campales todos los días con alguien. A veces hasta discutía conmigo cuando intentaba hacerla entrar en razón.

Esta mañana había sido uno de esos días, porque se negó a ir a almorzar a lo de mamá, ya que anoche se había acostado tarde.

La pendeja todavía no entendía que hay cosas que se hacen por el otro aunque uno no tenga ganas.
Apenas llegamos a lo de mamá a almorzar con Gonza, nos preguntó por qué no había ido Delfi.
Ni siquiera se alegró de vernos, o al menos eso parecía… toda la atención se concentró en lo que faltaba y no en lo que había.

Yo ya venía con los patos volados y admito que mi sensibilidad estaba al extremo…
No pude caretearla y no hablamos en el resto del almuerzo. Yo embolada porque ella no valoraba la presencia de Gonza y mía, y sólo remarcaba lo sola que se sentía, lo desbandada que estaba Delfi y que nadie se ocupaba de nada… tirándole de paso un poco de lodo a mi querido padre.

Gonza estaba ausente… había puesto piloto automático y no dejaba ver con ningún gesto de su cara si estaba bien o mal. Sólo respondía con frases hechas y trataba de tranquilizar a mamá con pequeñas dosis de humor y cariño, que solo alteraban más a mi vieja que demostraba sentirse incomprendida.

Y yo me sentía como un volcán a punto de hacer erupción. Intenté que la visita fuera corta, para evitar desbordarme ahí… pero cuando dije que me iba porque no me sentía bien, me dio un eterno discurso, de que si no me sentía bien ni siquiera debía haber ido.

Ale: _la verdad que para estar así es mejor que ni vengas a visitarme. No abriste la boca desde que entraste. – me recriminó en tono cortante y elevando la voz.

Y creo que ni ella se dio cuenta lo que acababa de detonar…

Estallé. 

Primero en llanto y después en cólera.

Vomité todo lo que tenía atragantado. Y cuando digo vomité lo digo también literalmente, porque en medio de la discusión tuve que salir corriendo al baño a lanzar lo poco que había almorzado ya que me había caído como una patada. 

No paraba de llorar y de gritar lo harta que estaba de todos. Gonzalo había quedado atónito y no sabía si abrazarme a mí para lograr tranquilizarme o contener a mi vieja que estaba sentada en la silla con la cabeza gacha escuchando a los gritos todo lo que tenía para decirle.

Me descargué con ellos pero en realidad iba para todos. Yo estaba realmente desbordada y ellos ni siquiera se habían percatado.

Terminé diciéndole a mi madre cosas que no hubiera querido decirle, aunque fueran verdad. Siempre había intentado encontrar los mejores momentos o modos para expresar mis ideas, y esta vez lo había soltado todo de la peor manera.

También le puse los puntos a Gonzalo, por colgado, por ausente, por no hacerse cargo él también de los viejos y por descansar siempre en que Paulita se la banca o Paulita se los fuma…

Paulita estaba harta y ya no tenía resto.

A Delfi ya la había agarrado a la mañana, y nos habíamos matado por teléfono temprano, lo que seguramente había hecho que yo llegara a ese almuerzo con un humor de perros y muy pocas pulgas.

Y a mi viejo tenía mucho para decirle, pero era suficiente por un día… él también iba a tener que escucharme.

Mientras manejaba sin rumbo, llorando como una demente, el celular no había parado de indicarme llamadas perdidas.

No quería hablar con nadie, ni ver a nadie.

Solo quería frenar el mundo y bajarme por un rato.

La tormenta se estaba haciendo más fuerte, el parabrisas se empañaba constantemente y entre que no veía nada de tanto llorar y lo imprudente que era seguir manejando así, decidí que aunque mi casa fuera el último lugar a donde quisiera estar… era momento de regresar.

Desde el asiento del acompañante Moro me miraba atentamente. Cada tanto me tiraba la patita llamando mi atención como para demostrarme que él estaba ahí conmigo, y que me hacía el aguante.

Al menos él se mostraba preocupado en hacerme sentir mejor demostrándome como podía su afecto y lealtad.

Llegué a casa en el peor de los estados y al meter el auto marcha atrás en esa cochera de mierda que me había tocado, choqué sin querer la camioneta de un vecino, haciéndole un bollo.

Algo más podía pasarme? Entré al edificio intentando serenarme y al subir al ascensor apreté el piso de mi vecino para ir a explicarle lo que había pasado y a dejarle mis datos del seguro… prefería que se enterara por mí, y no que pensara que me estaba haciendo la boluda.

Deformada como estaba de tanto llorar, al verme al espejo del ascensor, me di cuenta que estaba impresentable. Me calce unos anteojos e intenté fingir un resfrío para que mi vecino no se diera cuenta del lamentable estado emocional en el que me encontraba. Ya me imaginaba los titulares  de algún portal diciendo “Paulita Chaves desbordada en llanto por un simple choque al estacionar su camioneta”,  no me extrañaba… se venían diciendo tantas pavadas últimamente de mí, que todo era posible.

Le golpee la puerta, me excusé por mi estado diciendo que estaba con conjuntivitis y gripe… le expliqué lo sucedido, le di los datos de mi seguro y lo tranquilicé mostrándole que no era nada grave con una foto que había sacado previsoramente con la cámara de mi BB. Mi vecino no pareció preocuparse demasiado… por suerte una me salía más o menos bien ese día… me dijo que me quedara tranquila, y que cuando parara de llover saldría a ver que era. Pero que por lo que se veía en la foto realmente no era grave, no había mucho más por lo que preocuparse.

Me despedí agradeciéndole su comprensión… hasta me daba ganas de abrazarlo! Era la primera persona que se mostraba amable y tenía un buen gesto para conmigo en ese día tan para el olvido.

Llegué a mi casa y terminé de explotar al cerrar la puerta.

El departamento estaba frío, silencioso y oscuro. 
Sentía el alma desgarrada y me enojaba conmigo misma por haber llegado a ese estado.
La soledad me pesaba como nunca. No quería ver a nadie y al mismo tiempo no aguantaba sentir que nadie se preocuparía en consolarme.

Ni siquiera me molesté en prender una luz… 

Así como llegué, me recosté sobre la pared de entrada, sentándome en el piso hecha un ovillo.

Ahora podía llorar y soltar toda mí congoja a los gritos si quería… pero estaba tan oprimida que mis gritos eran mudos… 

Abracé mis rodillas, Moro se hizo un ovillo al lado mío y así me quede por un rato. Largando todo el veneno que me estaba comiendo por dentro.

La tormenta iluminaba a cada rato el departamento y dibujaba unas sombras espantosas que hasta Moro se asustaba al verlas. 

De golpe mi celular empezó a sonar con una melodía que hacía días no escuchaba.

Para mi sorpresa el ring tone me anunciaba que era Pedro quien me llamaba y el corazón empezó a latirme a mil revoluciones por minuto.

No quería atender ni hablar con nadie, pero dentro del nadie, jamás había contemplado la posibilidad de que fuera Pedro. A él si lo necesitaba. Él era el único capaz de sacarme de ese pozo.

Pau: _Hola – y mi voz sucia y temblorosa no podía esconder el calamitoso estado en el que estaba.
PP: _Paula estas bien? – preguntó sabiendo de antemano cuál era la respuesta.

Me bastó simplemente escucharlo preocupado por mí para volver a romper en llanto.

PP: _Pau estas llorando? – me preguntó angustiado pero al mismo tiempo con esa calma que lo caracteriza.
No podía responderle… en realidad no podía hablar. Tenía un nudo en la garganta y aunque quise emitir sonido sólo salió más llanto.

PP: _No me preguntes por qué pero algo me decía que me necesitabas, que no estabas bien… 

Hizo silencio para que yo dijera algo, pero yo seguía muda, no podía hacer nada más que llorar.

PP: _Estaba por irme a dormir cuando otra vez volví a sentir que estabas mal. Hace días que lo vengo sintiendo, sólo que hoy no aguanté más el impulso de llamarte.

Escucharlo decir eso, automáticamente me puso la piel  de gallina y aflojó todo en mi cuerpo. Sentir que a pesar de la distancia que había entre nosotros, estábamos tan conectados, me hizo comenzar a temblar.
PP: _ Querés que vaya para allá?

Pau: _si – y fue lo único que pude decirle porque volví a ahogarme en llanto.

PP: _Ya salgo. Quedate tranquila que llevo mi llave, todavía la tengo acá. En diez minutos estoy ahí. Por favor no llores más.  – y lo dijo casi en tono de súplica.

Corté la llamada e intenté serenarme. Empecé a respirar concentradamente para normalizar mis pulsaciones y recuperar un poco al menos mi estado. Deje de llorar a pesar de la angustia que aún sentía que oprimía mi pecho, pero la tranquilidad que me daba saber que Pedro venía a acompañarme y contenerme, ya me permitía confiar en que todo iba a estar bien.

No tardó nada en llegar… al menos no me dio tiempo a movilizarme de donde estaba para arreglarme un poco… y la verdad es que ni ganas sentía de hacerlo. Enseguida sentí su llave en la puerta y vi que abría y pasaba…

Pedro me buscó en la oscuridad, y fue Moro quien terminó de señalarle el camino.

Se agachó a mi altura y no dijo nada. Sólo me miró a los ojos, tomó asiento a mi lado, y al sentir que otra vez volvía el llanto me agarró con decisión, llevándome hacia su pecho para recostarme en él como si fuera una nena, buscando refugio.

No sé cómo él sabía exactamente lo que yo necesitaba pero intuitivamente estaba actuando como medicina para mi alma lastimada.

Me acunaba meciéndome como a un bebé mientras acariciaba mi pelo con una mano y con la otra me sujetaba con firmeza hacia su pecho, para que yo sintiera su abrazo y su contención.

Cuando vio que mi respiración se normalizaba y ya no lloraba, secó mi cara con caricias y comenzó a cantarme entre susurros una canción de cuna que yo jamás había oído y que me pareció de infinita dulzura.
Ya más tranquila, por fin sentía que mi pecho se abría nuevamente para dejar entrar el aire y logre separar mis brazos para poder abrazarlo rodeando su cintura y quedarme exactamente ahí, con mi oído pegado a su pecho… sintiendo su corazón. Pedro siguió meciéndome y entre su canto y el ritmo de su corazón sentí que me iba quedando dormida en medio de un mantra sagrado y sanador.

No sé cuánto tiempo habría pasado, pero de golpe sentí que alguien intentaba levantarme. Me desperté asustada y me aferré más a él. No entendía nada, me encontraba confundida. Lo único que sabía era que estaba abrazada a Pedro porque sentía su olor y la paz que me daba saberme en sus brazos.

PP: _Shhhh, tranquila – me dijo - sólo quiero acostarte. No podés dormir acá toda incómoda. Te va a hacer mal.

Pau: _No te vayas – supliqué.

PP: _No pienso irme a ningún lado. Sólo quiero que estés más cómoda. Vení, vamos a acostarte. 
 
Nos paramos y con el brazo de Pedro rodeándome por los hombros y yo aferrada a su cintura caminamos hasta mi habitación.

PP: _estás más tranquila? – yo asentí – querés contarme que pasó? – y negué, todavía no estaba preparada para volver a abrir esa puerta que sabía volvería a desatar mi angustia – Comiste algo? – no respondí porque sabía que si decía que no, él iba a insistirme y si comía algo otra vez iba a caerme mal.

PP: _Pau no podés estar sin comer – dijo en tono de padre – te preparo algo?

Pau: _no puedo comer nada, me va a caer mal. Ya me pasó hoy, de verdad… es mejor que no coma. – y él entendió que era mejor no insistir con esto.

PP: _bueno cambiate, dale… ponete más cómoda.  – notando que aún traía mi campera puesta y las botas -  Yo voy a buscar algo para tomar. – y salió de la habitación.

Al verlo salir comencé a cambiarme mientras repasaba mentalmente todo lo que había pasado en el día, las cosas que había dicho, el estado en el que me encontraba, lo desesperadamente sola que me sentía y el rescate emocional de Pedro… otra vez me angustié… pero ya no por lo que había pasado, sino por cargarlo a él con mis mambos familiares…

Pero al mismo tiempo era imposible para mí prescindir de él, ya que con solo un abrazo, había contenido el tsunami emocional al que había llegado por no poder expresarme a tiempo y poner límites  a quien debía.
Pedro me preguntó desde la cocina si quería que le diera de comer a Moro, y luego de decirle que sí, sonreí… al final cuando estábamos juntos esos detalles siempre se lo olvidaban, y yo odiaba que él no colaborara, y ahora que me encontraba sobrepasada, sorprendentemente nada se le escapaba. 

Pedro tenía la habilidad de cubrir los frentes justo cuando se necesitaba. Y esa era una de sus virtudes. Quizás era verdad que no siempre estaba atento a todo, pero cuando realmente se lo necesitaba, daba el 100% y más.

Últimamente nos habíamos visto muy poco y eso nos había jugado en contra. Antes de separarnos, nuestros respectivos trabajos nos tenían ocupados y distanciados. Su trabajo de productor en la isla, se había llevado puesta nuestra relación… no por nada que haya hecho él, sino por obligarnos a sostener tanta ausencia.
Pedro y yo funcionábamos bien cuando estábamos juntos, complementándonos, compartiendo, acompañándonos. Nos necesitábamos todo el tiempo. Y esa necesidad de tenernos a veces se confundía con dependencia. 

Nos habíamos vuelto dependientes del otro para estar bien, y cuando no podíamos compartir tiempo juntos, empezaban los reclamos, las pasadas de factura, los juegos de inseguridad… y eso no estaba bueno. Para ninguno de los dos.  Al final cada vez que nos veíamos terminábamos discutiendo por intentar aclarar malos entendidos o falta de comunicación.

Y las explicaciones terminan desgastando a cualquier pareja.

Pedro volvió a entrar a la habitación con un vaso en la mano y yo lo recibí con una media sonrisa…

Pau: _Gracias por venir.

PP: _no tenés que agradecerme nada, si no venía no iba a poder dormir tranquilo – dijo sincero – tomá un poco, debes estar deshidratada de todo lo que largaste – dijo en tono un poco mas chistoso, mientras me extendía el vaso.

Tomé un poco de agua y me di cuenta que realmente tenía sed. Dejé el vaso y me acerque a Pedro, para dejarle un beso en su mejilla.

Pau: _Gracias de verdad. No tenés necesidad de bancarte toda mi locura, y sin embargo estás acá, cuidándome.

PP: _siempre te voy a cuidar, te lo dije antes y hoy te lo repito… no importa lo que pase entre nosotros… yo siempre voy a estar para vos. 

Y yo sabía que estaba siendo sincero. Pedro siempre estaba para mí. 

Nos miramos a los ojos profundamente y nos acercamos para darnos ese abrazo que los dos estábamos necesitando. Recosté mi cabeza sobre su hombro y nos quedamos así un ratito.

Pedro volvió a hacerme esas caricias sobre mi pelo que tanto me sedaban… y de golpe necesité alejarme porque sabía que si no, no iba a poder hacerlo más.

PP: _que pasa Pau? Por qué no me contas que te puso así, y de paso terminas de desahogarte… Podés confiar en mí.

Y si no era en él no era en nadie. Hice una mueca de disconformidad porque no tenía ganas de ponerme mal de vuelta, pero al mismo tiempo sabía que él necesitaba una explicación y que tenía razón… yo necesitaba terminar de sacarlo, verbalizarlo para poder descargarme.

Me senté en la cama y lo invité a él a hacer lo mismo. Ambos adoptamos la misma postura que solíamos utilizar para conversar antes de dormir, recostados sobre el respaldo, pero mirándonos de costado, mitad sentados, mitad acostados. Con nuestras caras bien cerca, para hablarnos en voz baja, creando nuestra burbuja… nuestro espacio propio.

Comencé desde el principio. Por momentos Pedro me interrumpía y me recriminaba que eso había ocurrido mientras estábamos juntos, sin entender por qué no se lo había contado en su momento, y compartido con él… fui entendiendo mientras hablábamos, que yo había guardado demasiado y que eso de estar juntos, pero sin poder compartir me había afectado también en este tipo de cosas… cuando finalmente nos encontrábamos yo no tenía ganas o no encontraba el espacio para descargar en él las cosas que me estaban angustiando, no quería malgastar nuestros cortos momentos de encuentro, con cuestiones familiares…

Pedro me hizo notar que quizás fuera esto parte de lo que me tenía tan distante en las últimas semanas.

PP: _estabas siempre a la defensiva y yo no sabía que te pasaba. Siempre a punto de estallar, quizás si me hubieras contado que todo esto te estaba pasando… yo podría haber intentado acompañarte más, contenerte. No me imagine que te sentías tan sola. Pensé que sólo me recriminabas la falta de tiempo juntos, como pareja, pero no sabía que me necesitabas.

Pau: _Yo tampoco me di cuenta hasta hoy que todo esto me había desbordado. Ahora me caen las fichas de que gran parte de mi enojo tenía que ver con esto, esta distancia que yo sentía que iba mucho más allá de la distancia real o de las pocas veces que nos veíamos… Yo sentía que a pesar de estar juntos vos no estabas para mí, pero nunca te lo pude expresar, en realidad creo que recién hoy me di cuenta de esto.

Pedro me miró y beso mi frente largando un suspiro.

PP: _perdoname chuequita. Te descuidé. Te dejé sola y vos me necesitabas. No supe interpretar que tus reclamos venían por este lado… no era solo tiempo para compartir lo que nos faltaba, sino también estar más atentos, mas conectados, ver las señales.  Y no las supe ver.

Pau: _yo tampoco las supe dar. Estaba enojada y no sabía muy bien por donde venía el enojo. Sólo sentía que todo estaba mal, nada salía como yo esperaba o quería y me fui cerrando y poniendo a la defensiva.

PP: _soy un tarado, te prometí cuidarte siempre y me distraje con boludeses. Me quedé con tus enojos sin pensar en qué los estaban provocando. Quizás si hubiera estado más atento, no estaríamos así separados…

Pau: _no te eches vos la culpa porque fuimos responsables los dos. Además siempre todo sucede por algo. Quizás necesitábamos aprender una lección.

PP: _no me banco verte mal. Si vos estas mal yo me desespero… y las ultimas veces me sentía siempre responsable, culpable por no saber cómo hacerte feliz, qué hacer para contentarte. Estaba frustrado de tanta impotencia.

Pau: _quizás me descargué con vos. Perdoname a mí por hacerte sentir eso. No eras vos el que tenía que hacer que yo estuviera mejor… era yo la que tenía que solucionar mis mambos.

PP: _Si pero yo podría haberte acompañado, contenido en vez de pelearnos todo el tiempo.

Pau: _Bueno ya está. Los dos nos equivocamos y creo que algo aprendimos, valoremos eso.

Dije dando por terminado el tema. Ya me había descargado y no quería darle más vueltas.

PP: _me dejás que te abrace para dormir? No quiero dejarte sola esta noche y necesito sentir que compenso en parte, lo sola que te dejé todo este tiempo. 

Y a decir verdad, nada necesitaba más que su abrazo, así que con una media sonrisa asentí, mientras él me acurrucaba sobre su pecho y dejaba un beso dulce sobre mi cabeza.

PP: _dormí hermosa, yo te cuido los sueños.

Lo abracé más fuerte en señal de agradecimiento y besé su pecho. Ya me sentía en paz.

No me costó demasiado dormirme porque se ve que tanto desmadre emocional me había dejado agotada.  Descanse profundamente. Hasta llegué a soñar con algo que no podía recordar pero que me daba sensación de paz. 

No sé cuánto tiempo llevaba durmiendo cuando fui despertando de a poco. Todavía era de noche… seguramente de madrugada.  No habíamos cerrado las cortinas y no había nada de claridad. La tormenta por fin se había detenido y la noche estaba oscura. 

Yo seguía recostada sobre el pecho de Pedro, abrazándolo y me di cuenta de que él estaba despierto por su forma de respirar… pausada, rítmica, pero no profunda ni pesada. Me acariciaba desde la cabeza bajando su mano por mi pelo, mi espalda hasta mi cintura muy lentamente. Eran caricias cargadas de amor, de ternura.

Me quedé inmóvil disfrutando de esa sensación de paz, de protección y de resguardo que me daba estar en sus brazos.

Supongo que algo hice porque pareció darse cuenta que yo ya no dormía y con su mano libre, comenzó a recorrer el brazo con el que yo lo abrazaba.

Sentir ese contacto, cargado de intención me puso la piel de gallina, y despertó a las mil mariposas que habitaban dormidas en mi panza.

Empezó a dejarme dulces besos en mi cabeza sin dejar de acariciarme con sus manos y recorrer todo lo que tenía a mano en mi cuerpo. Dulcemente. Lentamente.

Acaricié con mi mano su pecho en señal de agradecimiento y correspondiendo a los mimos que estaba recibiendo. 

Saberme despierta y consciente pareció habilitarlo a ir por más.

Sus caricias se hicieron más intensas y nuestros corazones aceleraron su ritmo. Estábamos tan pegados que yo podía sentir el suyo y él el mío, por lo que no hacía falta hablar nada, todo estaba dicho.

Pedro me levantó con una mano la cara y comenzó a dejar pequeños besos húmedos por todo mi rostro, despertando del todo mí deseo. Necesitaba sentir sus labios otra vez sobre los míos, necesitaba sentirlo mío, pero por sobre todo, sentirme suya.

Cuando ya no daba más y estaba a punto de besarlo yo, Pedro con una maniobra nos dio vuelta, quedando yo debajo suyo y el sobre mí. Pegó su frente a la mía y me miró profundamente a los ojos, asegurándose de que yo estaba tan dispuesta como él a seguir con lo que venía. Al ver mi mirada encendida, se hundió en mi cuello para llenarlo de besos.

Su contacto, sus caricias, sus besos, su respiración… me estaban llevando a un estado de éxtasis que hacía rato no disfrutaba.

El deseo de besarlo me estaba encegueciendo y desatando toda mí lujuria. Pedro retrasaba ese momento, entretenido en mi cuello y en mi pecho. En un momento fue imperioso deshacernos de nuestras remeras y ambos nos incorporamos a medias para lograrlo quedando enfrentados y a pocos centímetros uno de otro.
Lo tomé por la nuca para asegurarme de tener el control y él sonrió.  Me hundí en su boca y él correspondió a la perfección. Nos besamos apasionadamente, con sed del otro. 

Necesitábamos demostrarnos con hechos lo mucho que nos extrañábamos y ya no había necesidad de frenar ningún impulso.

Hicimos el amor salvajemente, llenos de deseo y ansiosos por saciar ese apetito contenido.

Mañana quizás, hablaríamos de nosotros… hoy estaba claro, que las palabras sobraban.

Episodio a pedido de mi querida Little Princess @MayBarrientos... espero haber cumplido vuestras expectativas!  :)

sábado, 19 de enero de 2013

Te vi... Yo no buscaba a nadie y te vi.




Entraste a Ideas llevándote el mundo por delante. Así como sos vos. Fresca, arrolladora, acelerada, decidida, sensual y segura al andar.



Entraste y desde el mismísimo instante que pusiste un pie adentro… ya nada fue igual.


Te vi de casualidad.

Yo estaba en el hall, haciendo mi trabajo, produciendo a Mariano en las notas de pasillo, atento a las novedades del Bailando y a las incorporaciones del año y entre el mundo de gente que ese día pasaba por el edificio… apareciste vos.


Capturaste mi atención al instante.


No sé si fue tu belleza, tu luz, tu risa que se adueño del ambiente o si fue la mezcla de todo eso junto.

Yo ya sabía que eras hermosa, porque de hecho mil veces había reparado viendo fotos tuyas de campañas y mismo cuando saliste de Súper M, el comentario generalizado entre la raza masculina era “Por Dios que BOMBON”.


Y ya que estamos en tren de confesiones, admito que produciendo algunas secciones en programas viejos, había hecho todo para conseguirte, pero lamentablemente sin éxito. Hasta en un momento estuve a punto de lograr que fueras de invitada a las cámaras sorpresas del “El Calafate”… mirá si te tendría ganas que estaba dispuesto a llevarte al fin del mundo con tal de capturar unos días tu atención, pero después tuvimos que suspender porque te fuiste a no sé donde a hacer no se qué.


Esta vez me tomaste por sorpresa.  


Todavía no entiendo… cómo yo, no estaba al tanto que una de las participantes serías vos.


Si supieras las veces que había deseado contactarte sin éxito dándome por vencido, entenderías por qué quede sin reacción al verte entrar. Uno de mis más ocultos deseos se estaba por fin, haciendo realidad.


Paula Chaves....o Paulita (como se te conocía en el ambiente) estaba finalmente cruzándose en mi vida.


Quizás, la sorpresa venía a que ya hacía un tiempo que había dejado de soñar. No con vos, sino con todo. La vida me había sacudido un poco el último año, haciendo que me volviera mucho más introspectivo, reflexivo y hasta quizás algo melancólico. Estaba en esos momentos en los que uno no espera que cosas buenas le pasen… sino que simplemente te dedicas a surfear la ola como viene, para tratar de mantenerte a flote.


Pero volviendo al momento… entraste y te vi.


No me preguntes qué fue lo que pasó ni qué pudiste haber hecho, que aunque ni siquiera mi miraste, algo activaste dentro mío.


Desde el momento que supe, que te cruzaría en los pasillos y tendría la chance de acercarme a vos… de la nada, algo se puso en movimiento llenándome de energía. Era evidente que me estaban regalando una oportunidad y aunque no sabía cómo… no la iba a desaprovechar.


Para los que creemos en que aquellos que parten de esta tierra permanecen cuidándonos y guiándonos, ésta podría ser claramente una señal de que mi madre te había puesto en mi camino. Y especialmente para mí que necesitaba sentirla cerca y convencerme de que no la había perdido, era la prueba máxima de que ella estaba conmigo. Ahí. Presente.


Quedé paralizado no sólo ante la sorpresa, sino también por la emoción que me desató pensar en ello.


No recuerdo exactamente el tiempo que me llevó acercarme por primera vez a vos. Pero fueron días… semanas.


Mi timidez iba en aumento y todo lo que estuviera relacionado con vos, prefería verlo de lejos.


Admito que los primeros días me encargue de evitar hacerte notas y mucho más me preocupé por no tener que producir nada en relación a tu participación.


No fue un problema, porque por suerte nadie sabía lo que me provocabas, y como en Ideas, productores sobran… había quienes podían hacerlo a la perfección.


En esas primeras semanas me dedique a estudiarte. Era mucho más fácil jugarla de anónimo, sobre todo teniendo excusas laborales para indagar sobre vos sin que a nadie le llamara particularmente la atención.


Vos te manejabas independientemente por la vida y te mostrabas un poquito autosuficiente y desconfiada. Pero como enseguida armaste tu grupo de pertenencia, con el correr de los días comenzaste a relajarte, dejándote llevar por el alocado ritmo de nuestra particular productora.


Me ocupé de saber todo sobre vos. En qué andabas laboralmente… quienes eran tus amigos… como estaba compuesta tu familia… en qué momentos ensayabas y en dónde… y de lo que más me encargue fue de averiguar en qué andabas sentimentalmente.


Supe que acababas de terminar una relación algo larga y dolorosa de la que no habías salido muy entera.

Supe también que era bastante reciente y que quizás fuera eso lo que cada tanto opacaba tu ánimo y no te dejaba terminar de brillar. 


Descubrí que bailabas mucho mejor de lo que cualquiera hubiera esperado y que con cada vestuario y ritmo me encandilabas un poquito más.


Por esos días las cosas parecían empezar a fluir solas de tal manera que empezamos a tener gente en común aunque vos ni siquiera me registraras.


Una de tus grandes amigas era Zaira, a quien yo producía en su programa del sábado y otra de tus amigotas era Juana, quien salía con mi amigo Juampi. Y cuanto más averiguaba de vos más gente teníamos en común… gente que ambos queríamos mucho y desde hace tiempo, como María, que tanto me había acompañado durante la enfermedad de mi madre.


Parecía que finalmente las señales eran claras y que el universo me estaba intentando explicar que no eras tan inalcanzable como te percibí de entrada.


No sé en qué momento dejé de preocuparme por ocultar lo que me provocabas.


El primero en darse cuenta, por supuesto fue Mariano. Digo por supuesto porque a Mariano difícilmente se le escapa algo, y más si lo tiene frente a sus narices.


Él y yo estábamos todo el día juntos, y no le debe haber resultado demasiado esfuerzo descubrir eso que yo todavía no podía poner en palabras.


Marian: _ te gusta la flaca.


No me lo estaba preguntando, me lo estaba confirmando.


PP: _me encanta.


Marian: _jugatelá.


PP: _no me va a dar bola. Vos viste lo que es?


Marian: _no seas logi cabezón. Ponetelo como meta y lo vas a conseguir.


Mariano me lo pintaba como algo súper sencillo. Desde el momento que se avivó de lo que me pasaba, se puso a trabajar para mí. No sólo generando situaciones de acercamiento con excusas laborales, sino en hacerme un profundo apuntalamiento emocional, inflándome, llenándome de valor, aportándome confianza y desafiándome a conseguir lo que tanto quería: a vos.


Un poco cebado y dejándome llevar por todo lo que Marian me decía a diario, comencé a relajarme y tomar confianza.


Nos acercamos por primera vez con la excusa de hacerte alguna nota de pasillo. Esa fue la primera vez que vos y yo conectamos nuestras miradas directamente.


Quizás fue porque estaba escudado en el anonimato y en mi roll de productor, pero no te saqué los ojos de encima y vos, atrevida como sos, me lo sostuviste bastante. Casi puedo afirmar que me mirabas más a mí que a Mariano, que era quien te hacía la nota y te entrevistaba, cosa que me encantó y me ayudó a creermelá un poco.


En esos días también aprovechamos para llevarte a La Cocina de invitada junto a Sofía por primera vez.

Vos estabas histriónica como pocas veces te habíamos visto. Muchísimo más suelta y desinhibida de lo que habitualmente podíamos verte en el piso del Bailando mientras hacías tus tímidas previas con Marcelo.


Evidentemente el ámbito relajado del programa te sentaba mejor y te permitías jugar con Zaira y con Mariano, mostrando otro costado de “la Chaves”, el relajado.


Empecé a sospechar que eras más guarra de lo que te mostrabas en un principio... y que eso de "Princesa" era sólo un mote heredado de aquel programa que conducías junto a Jazmín, otra loca linda.


Y me gustaste aún más por eso. Que tuvieras tu lado rebelde, viniendo de donde venías, te hacía aún más sexy de lo que ya te consideraba.


Por aquellos días además comenzaste a soltar tu historia de a poco, preocupándote por mostrarte como una chica de barrio, sacudiéndote los dejos de glam y frivolidad que te habían quedado como saldo de tu relación anterior. Buscabas deshacerte de cualquier vínculo con el mundo del Polo y todo lo que pudiera llevar a él. Te preocupaste por bajarte del caballo, tanto figurativa como literalmente hablando.


Te mostraste familiera e hipersensible. Y no es que necesitara que me convencieras de más nada, pero saberte con la misma esencia, terminó de cautivarme.


Vos ni siquiera lo sabías y ya me tenías enteramente en tus manos.


Pero, en tren de ser sinceros, yo no estaba libre y eso me tenía atado. Mi relación estaba llegando a su ocaso… no por vos, sino porque ya había cumplido su ciclo y los dos estábamos tan acostumbrados a sostener que no innovábamos ni siquiera para ponerle punto final. Habíamos pasado a ser grandes amigos, quizás hasta un poco hermanos o buenos compañeros de rutina… pero amor, lo que yo soñaba que era amor, eso no era. 


Ella había estado para mí en mis momentos más oscuros, en la noche más cerrada, cuando creí que ya no habría más luz… y había acompañado pacientemente mis silencios, mis ausencias y mis desaires. Yo la quería, le debía mucho, había cuidado de mí… pero no la amaba y ella siempre lo supo.


Y quizás, saber que se conformaba con eso, me desanimaba aun más. 


Toda mi vida pelee contra la mediocridad. Primero y principalmente contra la mía y después contra la de quienes elegía para mi vida.


Mi gran desafío era demostrarme a mí mismo que yo daba para más. Que toda esa inconstancia y abulia que había padecido de pendejo y adolescente no tenía por qué acompañarme para el resto de mi vida. Quería sacarme esa mochila de encima… lo necesitaba. 


Y mi apática relación con ella, en vez de elevarme, me achataba contra el suelo.


Yo soñaba que el amor existía y me sentía un boludo sensible por añorar lo que no tenía. Soñaba con algún día vivir esas historias que se cuentan en canciones, en las que uno se saca el corazón ofrendándolo al ser amado.


Soñaba y confiaba que el amor llegaría, porque en el fondo sabía que era lo único capaz de rescatarme.

Y en medio de ese panorama, apareciste vos.


Yo podía jurar que lo que despertabas en mí era amor, aún sin que vos te enteraras de mi existencia. Yo ya había decidido que vos eras para mí y que serías tan mía como yo lo era tuyo.


Sin ningún indicio tuyo que me habilitara a hacerlo, comencé a elaborar un juego de tácticas y estrategias, que sin darte cuenta, comenzaste a jugar dando inicio a la conquista.


Mi primer gran cómplice fue Mariano. Ni siquiera tuve que pedírselo ya que él me conocía casi más que yo mismo. Todo el tiempo me decía que lo iba a lograr, y me llenaba de confianza con palabras, chistes y juegos que ocurrían a tus espaldas… cada vez que te cruzábamos y veíamos pasar. 


Tenía otros dos cómplices o secuaces que por ser amigos… ya me habían sacado la ficha, y aunque para ellos era más un juego de conquista, me mantenían informado de todos tus movimientos… ellos te producían en el Bailando, y tenían más que nadie el acceso a tu información. 


Llegó agosto y ”Un sol para los niños”. 


Cuando nos pidieron que fuéramos a trabajar y colaborar en el evento ni lo dudamos… 


Además de ayudar a la causa y ponernos a servicio del canal que era como nuestra casa, el evento había que cubrirlo porque estaba lleno de figuras, invitados y shows que había que aprovechar para hacer notas del back, los pasillos y mostrar la intimidad y el detrás de escena del gran evento solidario del año.


Vos, como figura del Bailando, por supuesto estabas invitada junto al elenco completo, y aunque no todos decían presente, vos nos sorprendiste yendo. 


En ese momento eras conocida más que nada por tu belleza y por algunas de tus relaciones anteriores, pero poco se conocía de quien eras realmente. 


En el evento te mostraste siempre en grupo entre amigas y colegas de Ideas. Pasaste desapercibida prácticamente para todos, excepto para mí.


Estábamos en un break junto al Negrito y Juampi cuando te vi venir hablando con Juana y Silvina. Juana se detuvo a cuchichear con mi amigo y a vos te vi pararte un poco más lejos mientras seguías hablando sin registrarnos. 


Te observe descaradamente. Estudié cada una de tus poses. Analicé tu lenguaje corporal y supe que estaban hablando de hombres. Silvina te hablaba y vos reías. Era ella quien te contaba algo y vos la escuchabas animadamente. Cada tanto interrumpías su relato y metías bocadillos a los que tu amiga asentía con énfasis. Si bien no podía escuchar con certeza el relato, me llegaban algunas palabras sueltas que me divertían.


Vos, al parecer, estabas indignada con alguien. Habías tenido una salida frustrada con algún plomo que se había puesto pesado. Silvina no paraba de reírse y no me dejaba escuchar que tan serio era o no el tipo para vos, pero estaba claro que vos no te mostrabas angustiada, sino mas bien fastidiada por la situación.


Juana volvió a acercarse a ustedes y después de un ratito de hablar cerca nuestro, empezaron a caminar para irse.


Fue ahí donde me di cuenta asombrado del único defecto que había logrado descubrirte… y sin poder controlar lo divertido que me resultaba finalmente encontrarte humana, fue que solté sin filtro:


PP: _ Paula sos chueca? 


Por la cara con que me miraste girando y deteniendo tu andar supe que había dicho algo que preferirías no haber escuchado…


Vos te pusiste roja de vergüenza aunque tus ojos indicaban algo de furia… acto seguido el que se puso rojo, violeta y fucsia fui yo.


No solo tenía tus ojos clavados en los míos reclamando una explicación o que me retractara sino que tenía a todos los que nos rodeaban… esperando lo mismo pero claro… todo el resto divertidos, menos vos.


Momento incómodo si los hay.


No podía creer haber sido tan tarado de que lo primero que escucharas de mi boca fuera eso. Estaba jodido. Intenté encontrar mentalmente alguna excusa que me permitiera zafar de lo que acaba de decir, pero no la hallé, por lo que me convencí de que lo mejor era tomarlo a gracia y sin saber cómo cancherié.


PP: _bueno, no me mires con odio… no podías ser TAN perfecta. – dije con una sonrisa para tratar de arreglarla y levantarte la autoestima que acaba de pisotear.


Pau: _hace 8 años que trabajo como modelo y nunca nadie se dio cuenta para que vos vengas a gritarlo así como así acá? – soltaste con tu mayor tono de indignación pero al mismo tiempo dejando traslucir algo de diversión por mi atrevimiento.


PP: _quizás es que nadie te observó con tanta atención como yo – te dije usando un tonito entre ganador y tierno para que te apiadaras de mí y no me odiaras a primera vista.


Pau: _que atrevido! Que caro te va a salir tu comentario… – me dijiste desafiante y diste por terminado el cruce, girando para llevarte a tus amigas hacia otro lado.


La suerte se había echado y la ruleta ya estaba girando… no quedaba alternativa, había que comenzar a jugar.


El resto de esa tarde nuestras miradas se cruzaron varias veces, pero ninguno de los dos dijo más nada. Vos te fuiste con tu grupo y yo te perdí de vista.


Cuando esa semana nos cruzamos en un pasillo de Ideas, fuiste vos quien vino directo a encararme, a recriminarme.


Pau: _quiero que sepas que ahora cada vez que entro a Ideas, todos me dicen “chueca” por tu culpa. Gracias!  - dijiste para iniciar nuestra primera conversación.


PP: _perdón. Te pido perdón. Se me escapó decirlo delante del resto… de todos modos no tiene nada de malo… relájate, puede ser tu seña particular… tu sello propio – dije intentado restarle importancia y sumar algún punto.


Pau: _ah no! Esto es muy fuerte – dijiste divertida – pensas convencerme de que ahora es una virtud tener un defecto?


PP: _depende como lo mires… los defectos te hacen más humana – dije intentando sonar seductor.


Pau: _el colmo! – dijiste alzando la voz algo exasperada – me estás diciendo que parezco un robot? Por qué no parezco humana? Soy tan fría?


Y ahí comprendí que tu alto nivel de sensibilidad venía acompañado de un altísimo nivel de inseguridad. Vos Paulita, la mujer más hermosamente perfecta para mí sobre la tierra, y con el más bajo nivel de autoestima que yo había visto alguna vez entre toda la gente del espectáculo que conocía. 


Y como no podía ser de otra manera… después de querer matarme por seguir embarrándola, caí en la cuenta que ya estaba perdidamente entregado a vos.


PP: _paráaaa – dije intentando relajar la tensión que había en vos – lo dije porque sos tan increíblemente perfecta que en algún punto está bueno encontrar algo que te convierta en humana. No seas perseguida – y te miré embobado. 


Pau: _Perseguida yo? – preguntaste ironizando – viene alguien que ni siquiera sé cómo se llama a decirme “Che Paula, sos chueca?” y ahora resulta que la perseguida soy yo? – dijiste algo divertida ya, descontracturando un poco.


PP: _Tenés razón. Muy poco caballero de mi parte – dije intentando mantener la compostura – me presento… Pedro Alfonso, productor de Ideas, encantado – y te extendí la mano en forma de presentación.

Me la tomaste divertida y con una media sonrisa y usando todo tu sarcasmo dijiste


Pau: _Paula Chaves, ex modelo, ahora chueca.


Y me tentaste haciéndome largar una carcajada que gracias a Dios acompañaste dándome a entender que todo era un juego. Un poco indignada estabas, pero era más lo que te gustaba del juego que lo que te podía enojar.


Desde ese momento, cada vez que nos cruzamos, intercambiamos bromas… vos seguiste atormentándome por mi atrevimiento y yo seguí molestándote con que no eras perfecta, a pesar de que cada día te consideraba un poco más perfecta… para mí.


Ambos comenzamos a desplegar peones, torres y alfiles en un ajedrez de conquista que me tenía confundido… yo no sabía si lo que buscabas era vengarte y ponerme en mi lugar por atrevido, o si realmente estabas invitándome a seducirte.


Por las dudas, me decidí a jugarme el todo por el todo, eso sí, lentamente, cautelosamente, prudentemente… porque si algo no quería, era que me tomaras en broma.


Viniste una vez más de invitada a La Cocina y aprovechaste el programa para desplegar tu artillería. Frente a cámaras volvías a mostrarte todo lo atrevida que luego en los pasillos convertías en timidez… fue ahí que sentí que me desafiabas comentando que iniciabas una búsqueda de candidato a novio… se ve que te sentías sola. 


Mariano, conociendo nuestras idas y vueltas, me acorraló al aire señalándome como tu candidato ideal… y vos redoblando la apuesta, me desafiaste a que la remara para intentar hacer que me perdonaras por haberme atrevido a dejar expuesta tu “leve inclinación del pie izquierdo hacia adentro”. A mi juego me llamaste. Si de remar se trataba… iba a ser el mejor remador.


No sé cómo ni por qué terminé cantándote al aire una canción de Montaner. Realmente no estaba en mis planes que eso sucediera… se ve que apabullado por la situación me dejé llevar, no suelo achicarme frente a los desafíos y realmente creo que por vivir rodeado de cámaras, no había reparado en observar que ahora el que estaba saliendo al aire era yo. Creo que si me detenía a pensarlo dos segundos… no lo hubiera hecho. Pero gracias a vos, no pude detenerme a pensar… como cada vez que te tenía delante.


Luego de cantarte y verte mirarme del modo en que lo hiciste, quede hipnotizado. Ya no tenía escapatoria, debía conquistarte o morir en el intento.


Ese programa trajo una repercusión que no esperaba. Por un lado me obligó a definir mi situación sentimental con quien había sido mi novia en los últimos 2 años… y por otro lado nos obligó a vos y a mí a entrar en un juego mediático que sólo pensé en aprovechar, para acercarme a vos.


Se ve que esas chispas que aparecían entre los dos cada vez que nos mirábamos o intercambiábamos diálogo, no sólo producía efecto en nosotros, sino también en quienes nos veían… y sin tener noción de los que estábamos despertando, nuestra atracción por el otro, se convirtió en la atracción del público.


Convencerte de que lo que me producías era en serio, me llevó mucho más tiempo del que había calculado. Nunca había contemplado la posibilidad de que fueras una chica fácil, pero tampoco se me ocurrió pensar que fueras tan desconfiada y chapada a la antigua.


Tus juegos de conquista desplegaban al 100% tu histeria, la cual no era otra cosa, que el resultado de haberte entregado al amor, y haber sufrido varias veces. 


Te mostrabas como una mujer fatal, atrevida, desenvuelta, desafiante… y al mismo tiempo una nena tímida, desconfiada, temerosa a sufrir… esa combinación perfecta de muñeca brava y naif era la que me tenía perdidamente enceguecido de amor por vos.


La apuesta se fue haciendo cada vez más fuerte y nuestra exposición fue in-frenable. Ahora el país entero reclamaba que te conquistara y mas allá de quererte para mí, debía salvar mi orgullo. O quedaba como un tarado (que se había jugado los huevos en la cancha) o me convertía en el tipo con más suerte del país. Obviamente aposté a lo segundo.


Me convertí en tu compañero de bromas, luego en tu amigo contenedor, en tu oreja para descargarte, en tu hombro para llorar, en ese abrazo que siempre buscabas, en las palabras que querías escuchar, en malcriarte con detalles y guiños que sólo nosotros conocíamos, en devolverte la confianza y en ese que estaba dispuesto a lo que fuera, para lograr tu amor. 


De a poco te fuiste acercando, me permitiste entrar, me abriste tus emociones y te dejaste conocer. Te convenciste de que “algo” realmente pasaba y empezaste a ceder.


Yo avanzaba despacio para no tener que retroceder. Vos te mostrabas como los caballos mañeros, esos que apenas te acercas hociquean y caminan hacia atrás con desconfianza. Tan lastimada te habían dejado? 


Me prometí, sin que supieras vos, cuidarte siempre, curar cada una de tus heridas llenándote de amor y devolviéndote la confianza que nunca debiste haber perdido. Me comprometí a llenarte de certezas para que eliminaras cualquiera de tus dudas. Quería regalarte la historia de amor que vos te merecías… esas con final feliz que cuentan en las canciones. Esa que yo también quería vivir y que ya no imaginaba con nadie más que no fueras vos.


A cada uno de mis intentos por avanzar, vos respondías desafiándome a más. Jamás te mostraste dócil, más bien todo lo contrario. Yo entendía que las cámaras nos jugaban en contra quitándonos toda posibilidad de intimidad, por eso me relejé y esperé pacientemente el momento de atacar.


Ya hacía días que nuestras miradas pedían a gritos que nos encontráramos en un beso. Pero nunca se daba el momento. Vos no aflojabas y yo no me iba a jugar a perder la oportunidad, ganándome una cachetada como respuesta a mi intento.


Esperé y esperé y esperé a que fueras vos la que no pudieras aguantar más la necesidad de besarme. Hasta ver en tus ojos una señal que me habilitara. Hasta verte perdida y entregada dándome muestras de que ya eras mía.


Y ese día llegó, y las señales aparecieron, y para vos ya no existía nada alrededor que no fuera yo, y nuestra burbuja ya estaba creada… y nuestra historia ya podía empezar a escribirse.


En medio de un programa delirado de La Cocina, lleno de invitados disfrazados haciendo payasadas… luego de una guerra de tortas en la que todos resultamos embadurnados con crema, vos sólo te concentrabas en nosotros dos. Yo te miraba sin creerlo. Llena de crema y sucia como estabas, no podías estar más hermosa ni perfecta. Tenías la emoción a flor de piel. Estabas luminosa y feliz. Finalmente estabas tan entregada a mí como yo a vos. Vos te preocupabas por limpiarme, por cuidarme, por atenderme… y yo me desvivía por prolongar este momento. 


Te miré a los ojos y tu mirada me confirmó lo que yo ya sentía. Esta vez ni tu timidez te iba a salvar. Eran más tus ganas de dejarte amar que las de seguir preservándote de poder sufrir. 


Te tomé de las manos y luego de la cintura… te llevé hasta el medio del estudio y vos me seguiste, sonriendo con complicidad, e invadiendo todo mi ser de infinita ternura. Me preguntaste al oído si estaba seguro de lo que iba a hacer, a lo que sólo respondí con una media sonrisa, nunca había estado más seguro en mi vida. Volviste a hablarme al oído para decirme que morías de vergüenza y esta vez no pude aguantar más… teníamos que superar ese momento… dejarnos llevar por completo. Me acerqué lentamente y no corriste tu cara. Nuestros labios se encontraron por primera vez en un beso dulce y tímido, cargado de amor… tan cargado de amor, que nos fundimos en un abrazo bailando lentamente al ritmo de una música que no existía y que solo nosotros dos oímos. Ambos sabíamos que de estar solos… nos hubiéramos partido la boca.


Por fin nuestra canción comenzaba a escribirse. Nuestra historia de amor ya tenía un comienzo y estaba seguro, de que no tendría fin.




“Te vi... juntabas margaritas del mantel
Ya sé que te trate bastante mal,
no sé si eras un ángel o un rubí
O simplemente te vi.

Te vi, saliste entre la gente a saludar
Los astros se rieron otra vez, la llave de mandala se quebró
O simplemente te vi.

Todo lo que diga está de más,
las luces siempre encienden en el alma
y cuando me pierdo en la ciudad, vos ya sabés comprender
Es solo un rato, no más. Tendría que llorar o salir a matar.
Te vi, te vi, te vi... yo no buscaba nadie y te vi.

Te vi... fumabas unos chinos en Madrid
hay cosas que te ayudan a vivir
no hacías otra cosa que escribir
Y yo simplemente te vi.
Me fui... me voy, de vez en cuando a algún lugar
Ya sé. No te hace gracia este país...
Tenias un vestido y un amor... yo simplemente te vi.

Todo lo que diga está de más,
las luces siempre encienden en el alma
y cuando me pierdo en la ciudad,
vos ya sabés comprender. Es solo un rato, no más,
tendría que llorar o salir a matar...
Te vi, te vi, te vi... Yo no buscaba a nadie y te vi.”

Un vestido y un amor – Fito Paez